9 mar 2010

Papelitos de colores

“Estoy perdidamente enamorado de vos”, eso fue, y solo eso. No consejos ni ecos de voces en el vaso… después se toma ese liquido negro y se esconde detrás del llamado, poco, eso finge, le importa las diferentes relaciones con su respuesta respecto a su nuevo amor. Se psicopatea pensando en su postura, no se mueve, solo imagina como se ve desde afuera su expresión, dándole forma, en su mente, y tratando de apaciguar el verdadero dolor que lo atormenta, no su rechazo, sino su amor.

La mañana se deshace en su despertar, así nada funciona como debe, atado, todos, a los caprichos del abrazo mezquino. El viejo lee contento que el mundo termina, piensa que solo así puede escapar de la inmadurez del sol, de sus miedos y de su dolor. Igual el diario no se presenta como nuevo, se jacta de su experiencia como temor y sonríe ante su bienestar. Funciona, el viejo lo sabe, como espejo que refleja la respuesta del deseo, en parte tiene miedo de saber cuanto vale el peso de su alma, así, por eso, prefiere recordar su pequeña maldición, el recorte del diario. Se excusa del mismo y se escapa hacia el baño. Vuelve, con la vista vacía, a su cuarto; el diario nota como sus ojos se esconden en otro pensamiento, está ausente y esquiva, queriendo alejarse, el encuentro con la balanza, se vuelve sobre lo mismo, sobre si mismo. Hoy no hay luego. Una cajita de colores, de papeles de colores, está a su lado, negra como la noche, pero llena de pequeñas porciones de esperanza que brillan y se relucen delante de ese mismo fondo oscuro. La hoja le pide un giro mas, un nuevo resplandor, o el sinónimo de color… él la mira con desconfianza, en el fondo es su falta lo que lo relaciona con ella, y le dice que espere, ya lo veras, le promete sabiendo que no podría inventar un nuevo color. En su juventud enfrentó su miedo por un instante, “estoy perdidamente enamorado de vos”, pero después empezó a llenar esa caja negra con papelitos de colores y vivió su vida, o la inercia de ella, al lado de su querida. Hoy él no se esconde, ya no, la mira a los ojos, sabiendo que detrás de sus años de dolor y de su piel ya rendida está ella, y le dice cuanto la ama. Pone un papelito de color y se va a dormir. Mañana no hay luego.

No hay comentarios: